Un ocaso
Esta cicuta es el abandono
de todo aquello
que nos ata a la más perversa seguridad;
es la duda inmortal frente al vacío.
Sutil en mi sangre,
todo se reemplaza;
hasta el cuerpo proyecta
una sombra que parece huir,
siempre más allá de esta calma inútil.
Aquí te dejaré,
ya que mi copa
espera tras el sol oculto.
Este horizonte rasgará un velo sacro:
el lino y el arca quedarán expuestos
para perderse en una síntesis,
o bajorrelieve,
signo o columna de templo.
Cuerpos
Por tu cuerpo,
el agua,
descubre que fuiste lecho,
y que surcos,
no visibles,
aún llevas dentro tuyo;
se desliza,
el agua,
por tu cuerpo,
y sabe,
el agua,
que eres río también,
río de lava y memorias,
memorias de esa lava,
y te lleva, el río,
te recorre y te habita,
mientras te lleva,
este río,
junco desprendido,
por las venas de la tierra,
cuerpo también que flota
entre lava y memorias.
Los campos sembrados
Sin decirlo,
como cuando se sabe
que soñamos,
nos esperamos en el prisma
de una mirada;
y en esa contemplación
el espacio se dilata
en la pupila atenta,
como un campo iluminado
por el amanecer.
Dónde queda, entonces,
el espacio justo para la palabra
que, se dice,
es el gesto
capaz de dar la vida
o quitarla,
si frente a ese campo,
la luz matinal
nos maravilla, por así decirlo,
hasta el punto de
enmudecer.
Será,
disfrutaremos de ese silencio,
que no es la falta de
‘cosas para decir’,
sino más bien la señal
de que los campos sembrados
reverdecen con la luz,
y que el único sonido apreciable
es el arrullo del río
que nos espera
más allá.
Restos de naufragios
A Neruda, por algunas cosas
Acaso estas palabras se acerquen al poema
ya que el poema es siempre otra cosa:
un cuadro lleno de pájaros ausentes
que se presienten en el dibujo de las nubes;
un muelle en el que cabecean unos botes,
donde hay uno que no regresará;
el sueño de un ermitaño
que, despierto y liberado,
contempla el amanecer;
la primera palabra del primer hombre
frente al mar.
Acaso el poema huye de mí,
dejando una estela de sonidos
y signos arbitrarios,
perdiéndose,
como un faro sumergido,
apenas su luz en la superficie.
Acaso ya estoy muy lejos de él
y, sin embargo, persisto.
Los restos de un naufragio en la costa
me acercan a la idea de un barco,
pero no a su totalidad.
Rupestre
en la madera,
lo que dibujan mis dedos
en la tierra,
marcas que otros dirán
si heridas del alma,
si figuras geométricas,
si criptogramas que encierran
ciencia y misterio,
hoy son apenas barro
y piedras del arroyo,
luciérnagas que atrapo
para luego dejarlas volar,
nada más.
Festejo tu retorno bloggero. Y reitero mi admiración a vos, a tus versos.
ResponderEliminarAbrazos desde el norte sísmico.
PD: "Restos de naufragios" es un poema insuperable!!!
gracias, leo. vamos a ver qué más le metemos a este espacio. muy colgado lo mío, la maldita droga, ja. abrazo y guarda con los sismos, a cuidarse.
ResponderEliminarPrecioso el poema:
ResponderEliminar"luciérnagas que atrapo
para luego dejarlas volar",
Me recordó un poema de Juan Carlos Mestre.
Besos, a ver que hace Chile hoy contra España , van 2-0.
Anima esta noche a España-Alemania. ¿Qué novelas estás leyendo de Bolaño?
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Damián, ayer sí que lo festejé, antes y durante el partido. Hoy de vuelta a la normalidad. Me gusta la música y el acento chileno, a ver cuando me pasas algo tuyo.
ResponderEliminarUn beso.