domingo, 31 de enero de 2010

Escritos en el polvo



Un ocaso


Esta cicuta es el abandono
de todo aquello
que nos ata a la más perversa seguridad;
es la duda inmortal frente al vacío.

Sutil en mi sangre,
todo se reemplaza;
hasta el cuerpo proyecta
una sombra que parece huir,
siempre más allá de esta calma inútil.

Aquí te dejaré,
ya que mi copa
espera tras el sol oculto.
Este horizonte rasgará un velo sacro:
el lino y el arca quedarán expuestos
para perderse en una síntesis,
o bajorrelieve,
signo o columna de templo.



Cuerpos


Por tu cuerpo,

el agua,

descubre que fuiste lecho,

y que surcos,

no visibles,

aún llevas dentro tuyo;

se desliza,

el agua,

por tu cuerpo,

y sabe,

el agua,

que eres río también,

río de lava y memorias,

memorias de esa lava,

y te lleva, el río,

te recorre y te habita,

mientras te lleva,

este río,

junco desprendido,

por las venas de la tierra,

cuerpo también que flota

entre lava y memorias.



Los campos sembrados


Sin decirlo,

como cuando se sabe

que soñamos,

nos esperamos en el prisma

de una mirada;

y en esa contemplación

el espacio se dilata

en la pupila atenta,

como un campo iluminado

por el amanecer.

Dónde queda, entonces,

el espacio justo para la palabra

que, se dice,

es el gesto

capaz de dar la vida

o quitarla,

si frente a ese campo,

la luz matinal

nos maravilla, por así decirlo,

hasta el punto de

enmudecer.

Será,

disfrutaremos de ese silencio,

que no es la falta de

‘cosas para decir’,

sino más bien la señal

de que los campos sembrados

reverdecen con la luz,

y que el único sonido apreciable

es el arrullo del río

que nos espera

más allá.





Restos de naufragios

A Neruda, por algunas cosas


Acaso estas palabras se acerquen al poema

ya que el poema es siempre otra cosa:

un cuadro lleno de pájaros ausentes

que se presienten en el dibujo de las nubes;

un muelle en el que cabecean unos botes,

donde hay uno que no regresará;

el sueño de un ermitaño

que, despierto y liberado,

contempla el amanecer;

la primera palabra del primer hombre

frente al mar.

Acaso el poema huye de mí,

dejando una estela de sonidos

y signos arbitrarios,

perdiéndose,

como un faro sumergido,

apenas su luz en la superficie.

Acaso ya estoy muy lejos de él

y, sin embargo, persisto.

Los restos de un naufragio en la costa

me acercan a la idea de un barco,

pero no a su totalidad.





Rupestre



Lo que tallan mis manos

en la madera,

lo que dibujan mis dedos

en la tierra,

marcas que otros dirán

si heridas del alma,

si figuras geométricas,

si criptogramas que encierran

ciencia y misterio,

hoy son apenas barro

y piedras del arroyo,

luciérnagas que atrapo

para luego dejarlas volar,

nada más.

5 comentarios:

  1. Festejo tu retorno bloggero. Y reitero mi admiración a vos, a tus versos.
    Abrazos desde el norte sísmico.

    PD: "Restos de naufragios" es un poema insuperable!!!

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  2. gracias, leo. vamos a ver qué más le metemos a este espacio. muy colgado lo mío, la maldita droga, ja. abrazo y guarda con los sismos, a cuidarse.

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  3. Precioso el poema:
    "luciérnagas que atrapo
    para luego dejarlas volar",

    Me recordó un poema de Juan Carlos Mestre.

    Besos, a ver que hace Chile hoy contra España , van 2-0.

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  4. Anima esta noche a España-Alemania. ¿Qué novelas estás leyendo de Bolaño?

    Un saludo

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  5. Gracias Damián, ayer sí que lo festejé, antes y durante el partido. Hoy de vuelta a la normalidad. Me gusta la música y el acento chileno, a ver cuando me pasas algo tuyo.

    Un beso.

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