viernes, 21 de mayo de 2010

El retorno del payaso onanista (primer embate)

Tengo la suerte de haber llegado vivo
para leer este poema;
si hubiera que decir algo sobre este poema,
podría exagerar un poco
y ponderarlo como la expulsión viscosa
que parece brotar de las entrañas,
y sobre la que se amontona tanto papel impreso
y cenizas de tiempos oscuros.
No sé muy bien de dónde vino este poema,
el agotamiento y el hartazgo
no son suficientes excusas
para no indagar en sus primeras causas;
y aún así.

Podría ser la propia estupidez,
ésa que nos corresponde por especie,
la que se ejerce en privado o al aire libre,
y que cristalizan en conducta otros idiotas.

Si los motivos fueran la contestación indignada,
sería un mal poema
puesto que mis interlocutores ideales ya han muerto,
y no creo que sirva de algo discutir con un poeta vivo;
la mayoría me intimida:
cuando me gritan,
cuando parecen sufrir,
cuando parecen rasgarse las vestiduras,
y digo parecen porque,
entre nosotros,
cuánto les dura el berrinche.

Ven? Ya me sacan del eje,
ya se calienta la sangre,
mala señal;
por suerte es por un rato,
no más;
la sangre regresa a su ritmo,
en el que deja de ser motivo,
patrimonio,
esencia,
etc.


Es probable que,
luego de unos días,
si se lo deja estacionado, al poema,
otros ojos, el mismo cuerpo,
haga sus retoques,
que no tienen nada que ver
con la musicalidad de las sílabas,
ni con los movimientos de las palabras,
ni con el coloridos ni las imágenes;
a quién se le ocurre que eso sea importante?

Son las miserias del sentido,
las palabras manoseadas,
vueltas emblemas,
el desteñido del abuso,
uno mismo,
que ya desconfía
de esa mañana en la que,
mientras el mate ponía a las tripas en movimiento,
creímos, por así decirlo,
y escribimos palotes
mientras la úlcera ardía.

Tengo la suerte de saber más o menos por dónde va el poema;
a esta altura se contiene
de las buenas intenciones,
se abandona a un fluir poco armónico,
pero no se hace drama;
aunque sí te espera, lector oyente,
sí quisiera tocar alguna fibra tuya,
-abrir algún escote, si no es mucho pedir-,
o, ya saciado,
sólo quiera sentarse a tu lado,
preferentemente distendido,
a ver qué pasa.

Se trata de probar,
como los perritos nuevos,
a lo ensayo-error;
si no llega,
al menos saber cuánto falta para llegarte.
Si hay amor de por medio,
sentir que es posible a pesar de los versos;
permitir las segundas intenciones,
los intersticios,
ese pie por debajo de la mesa.
Si no nos queda mucho tiempo,
si la impaciencia,
si el retorno del agotamiento y el hartazgo,
si los tiempos en que se viven;
sigamos en esta sintonía,
no nos perdamos en las creencias
ni en nuestro honor mancillado;
olvidemos un instante al hombre que se define a sí mismo.

2 comentarios:

  1. si se deja estacionado el poema, caen los inspectores del transito y te multan por ocupar espacio al pedo. La ley es la ley...

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  2. un poema para observar como desde el banco de una plaza a ciertas hojas que se vuelan en pleno otoño y dedicarle todo el tiempo del que se dispone por si fuera lo más importante que sucede en la vida en ese instante

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