viernes, 27 de agosto de 2010

El sueño del loco

Mejor la siesta, loco,
la cama destendida,
el cuerpo flaco y algo transpirado,
pantalones de jeans cortados hasta la rodilla,
descalzo y en cueros,
las manos detrás de la cabeza,
como un detenido,
(risa nerviosa del loco)
la mirada en el techo enmohecido
el pucho en la boca,
el humo expandido
silencioso y azul,
la cabeza con esa idea,
de nuevo.

Mejor dormido, ¿no?

El loco en el intento de un pacto con su conciencia
sorprendentemente sorprendente,
con esa especie de culpa encima,
de cuándo?

No, para nada.
Nada.
La nada como un río en picada,
inclinado,
como desde una montaña,
un rápido, eso,
un rápido pero libre de rocas y salmones,
una selva alrededor,
árboles oscuros de un verde ennegrecido,
como si detrás la noche,
sí, la noche detrás,
y la caída hacia un abajo interminable,
los pies por delante,
el cuerpo acostado sobre ese río en declive,
al lado de otras personas,
como en una carrera, unos adelante,
otros atrás,
el aumento de la velocidad,
sí, una carrera,
la aceptación casi inmediata de una realidad
a la espera de algo nuevo y espectacular,
pero nada como la caída y la zambullida vertiginosa,
la sensación de ahogo,
el cuerpo en lucha contra esa muerte de mentira
-¿de mentira?-
la desesperación por la falta de aire,
el agua caliente
a medida que el cuerpo más hundido,
aún en ese declive,
otro rumbo de la carrera,
quizá el único y verdadero,
el fondo sofocante,
abismo,
pequeño infierno,
despojo de la naturaleza,
culpable de los crímenes pasados,
sin posibilidad de nada.
Nada

2 comentarios:

  1. La siempre fantástica precisión de tu palabra.
    Abrazo norteño.

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  2. gracias, che. eso formaba parte de un relato. un día lo volví a leerr y vi que podía estar en versos, que así era más funcional para la rítmica que había pensado cuando lo escribí. cosas del tiempo y uno mismo, que va mutando quiérase o no. abrazo.

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